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  • Foto del escritorElepé

Individualismo

Actualizado: 18 sept 2022



Vivimos en una época que es resultado de las revoluciones sociales; generaciones enteras dieron su vida, tanto metafórica como literalmente hablando, para que todos pudiésemos gozar de los mismos derechos, vivir en armonía y progresar como sociedad civilizada —al parecer, el sentido común no fue suficiente para lograr esto. En esta época posmoderna, se nos ha convencido de que todos somos independientes y poseemos valor innato, y de que este hecho —individuos pensando por sí mismos, libres de rasgos gregarios y comunales— es nuestro máximo logro como humanidad, y todo lo que atenta contra esta idea de progreso es retrógrado, bárbaro y fanático.

Esta noción de «individuo» germina a partir del Renacimiento, pero no figura en los ideales colectivos hasta la Ilustración, junto con los derechos humanos y la libertad, previo a eso, el ser cohabitaba en sociedad, difuminando el sentido de su existencia por un bien mayor. El problema yace en que individuo y masa no se oponen, sino que sostienen una relación hiperónima en donde la masa engloba a los individuos, y los individuos, al no querer pertenecer a una masa, sino ser únicos e independientes, erosionan la base misma de la civilización.


El individualismo, como tal, se manifiesta como reacción a las ideas libertarias de Ayn Rand —especialmente su tesis en la que el fin de la existencia humana es la búsqueda de la propia felicidad— y a el movimiento de la contracultura hippie. El periodista Adam Curtis, creador del documental El siglo del yo, explica que el individualismo es esta idea en la que creemos que lo que pensamos, sentimos y queremos es lo verdadero y nadie debe decirnos qué hacer. En nuestra era, se cree que los individuos tienen poder, y si quieres cambiar al mundo vuélvete rico y famoso. Sin embargo, el ser humano es un animal social y su existencia misma obtiene significado a partir de la existencia de los demás, así como su felicidad no se encuentra en el ejercicio de sus derechos individuales, sino en saber que lo que hace importa, que genera un bien mayor.

Con este movimiento recordamos lo que Max Weber veía como un progresivo desencantamiento, consecuencia del capitalismo, lo cual podría ratificarse con las cifras en constante aumento de ansiedad y depresión a nivel mundial. A menudo se cree que el individualismo fue un efecto colateral del marketing capitalista, pero Curtis sugiere que «el marketing —amoral, como es— simplemente se aprovechó de una actitud que despuntaba entre la sociedad y con ello, por supuesto, radicalizó el individualismo». Básicamente, es algo inherente en nosotros y esta idea capitalista de querer "expresarnos" mediante multiplicidad de productos fue algo que la oligarquía financiera aprovechó: "¿Quieres ser diferente a todos? ¿Quieres que el mundo entero sea testigo de tu increíble manera de pensar? ¿Quieres que noten cuán diferente eres al resto? Nosotros podemos ayudarte; te podemos proveer con cuantiosos elementos para poder expresarte: gamas de prendas de vestir, coches, artefactos y todo tipo de productos para poder exteriorizar tu identidad individual".


El individuo contemporáneo ya no quiere pertenecer a una masa social que le dé sentido y seguridad —religión, Estado, etc.—, quiere distinguirse, separarse y cosechar los beneficios de su unicidad. Lo cool es ser rebelde, ser diferente, no ser parte de nada. Claro que todo esto es una fantasía, pues al querer ser diferentes, teminamos siendo todos iguales —más si pretendemos expresar nuestra individualidad mediante productos o ideas prefabricadas que nos asocian con cierto grupo social. Octavio Paz entendió bien esto al decir:

«Las sociedades modernas me repelen por partida doble. Por una parte, han convertido a los hombres —una especie en la que cada individuo, según todas las filosofías y religiones, es un ser único— en una masa homogénea; los modernos parecen todos salidos de una fábrica y no de una matriz. Por otra, han hecho un solitario de cada uno de esos seres.

Las democracias capitalistas no han creado la igualdad, sino la uniformidad y han subsistido la fraternidad por la lucha permanente entre los individuos...

Se creía que a medida que se ampliase la esfera privada y el individuo tuviese más tiempo libre para sí, aumentaría el culto a las artes, la lectura y la meditación. Hoy nos damos cuenta que el hombre no sabe qué hacer con su tiempo; se ha convertido en el esclavo de diversiones en general estúpidas y las horas que no dedica al lucro, las consagra a un hedonismo fácil.»

El mundo moderno ha logrado producir comodidad, mas no felicidad, lo cual, en su sentido más profundo, es significado y propósito, no mero placer mundano. Aludiendo de nuevo a la terminología profética de Max Weber, él acuñó el término «jaula de hierro de la racionalidad», un mundo en el que todo estaría bien administrado y controlado: todo sería eficiente, pero perderíamos el asombro ante lo misterioso y maravilloso. Al individuo le gustaría que el mundo cambiara, que fuera más justo, libre y equitativo, pero sin tener que arriesgar su seguridad ni aventurarse en lo desconocido. Quiere cambiar el mundo, pero también quiere el crédito y el reconocimiento por haberlo hecho.


El desarrollo individual, el autoconocimiento y la búsqueda del yo-verdadero son ideas profundas, casi atemporales, y rinden beneficios al bienestar del mundo cuando son llevados a sus últimas consecuencias y no planteados como máscaras que alimentan el ego. Estas ideas, sin mezclarse con un capitalismo consumista ni un materialismo espiritual, llevan a lo opuesto del individualismo: la creencia budista de que no existe el «yo», sino que somos parte de algo más grande (Dios, la verdad, la humanidad, etc.). Lo real, el ser verdadero —aquello que se busca— emerge cuando se eliminan la ignorancia y la confusión, ahí nace lo verdaderamente bueno y bello.

En fin, este condensado lírico no pretende cambiar el mundo ni su visión acerca de la realidad, tampoco es la introducción a mi filosofía esclarecedora y trascendental, simplemente creo que hay aspectos cotidianos que pasan inadvertidos ante la mayoría, y no se puede cambiar algo que no sabemos que existe. En el documental La teoría sueca del amor se comprueba que Suecia, un país donde todo individuo es tan independiente que no vuelve a necesitar de su familia ni son propensos a crear relaciones afectivas, es el país con mortalidad más alta por suicidio, tan grande es el número de muertes que hay servicios que revisan casas constantemente para recoger cuerpos, y eso es a lo que aspiramos, a una "vida primermundista". La trayectoria es larga, tediosa y nada fácil, pero como bien es sabido: el cambio comienza en uno.

#filosofía #sociedad

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