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La Revolución Industrial

Actualizado: 26 dic 2020




Al hablar sobre la historia de la humanidad, podemos desglosar grandes cantidades de información en eventos particulares, así como sus consecuencias en el desarrollo de la sociedad; a saber: manipulación del fuego, domesticación de animales, agricultura, escritura… y ahí se estancó el humano. Desde el comienzo de la civilización hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los medios de transporte dependían enteramente de tracción animal por el medio terrestre o impulsados por el viento en el medio marítimo, toda vestimenta o derivado de algún material textil dependía completamente del esfuerzo a nivel individuo, e incluso el hecho de haber dominado la agricultura nos tenía sometidos a laborar de manera sistemática, ardua e incansablemente. Fue necesario que un movimiento gobernado por la razón —como lo fue la Ilustración— liberara a la humanidad de las ataduras morales impuestas por el Antiguo Régimen para que se pudiera dar el siguiente gran salto.

Es en 1772 que James Watt mejora la ya existente pero prácticamente inservible máquina de vapor y la convierte de un simple proyecto tecnológico a una forma viable y económica de producir energía, mecanismo que fue aplicado en tierra para dar lugar a la locomotora, acortando viajes de manera sorprendente, y en comercios para dar lugar a fábricas, dando inicio a la producción en masa y elevando economías a niveles nunca antes imaginados. Como consecuencia de estas economías emergentes —y añadiendo el libro Riqueza de las naciones de Adam Smith, en donde instaba al librecambismo, bajo la idea de que esa libertad influiría en el desarrollo de una nación—, la política expansionista de algunos países hizo que el capitalismo se adueñara del mundo.

En el año 1800, Volta inventa la pila eléctrica; en 1814 Stephenson fabrica la primera locomotora de vapor y en 1825 se inaugura la primera línea de pasajeros; en 1834 Richard Roberts idea el telar; en 1837 Morse inventa el telégrafo; en 1863 se construye el primer metro subterráneo del mundo en Londres y en 1868 nace el primer ferrocarril transcontinental. Ahora los cambios y avances tecnológicos eran cosa de cada día, las naciones estaban conectadas e influían unas sobre otras, y toda estructura en la sociedad quedó marcada con el tinte industrial, sumándole transformaciones socioeconómicas y culturales; es así como México se pudo afrancesar durante el Porfiriato. Durante siglos y siglos las personas se vieron obligadas a morir en el lugar donde nacieron, a vivir del trabajo en el campo, a subsistir de miserias y a jamás tener sueños, pero eso había cambiado, y todo fue gracias a la ciencia y su método de investigación y aplicación, quien relevó al dios occidental como nueva adoración debido a su utilidad.


La sociedad comienza a desarrollar nuevas clases emergentes: la burguesía y el proletariado. Se estableció una nueva lucha de poderes, ahora las naciones al mando no eran aquéllas con el ejército mejor preparado, sino aquéllas con las fábricas más grandes, los trabajadores más explotados y los individuos más adinerados. Se hablaba de derechos y libertades humanas, pero debías prescindir de ellas si querías comer. El capitalismo llegó para quedarse.

La Revolución Industrial no sólo fue un punto de inflexión en la historia de la humanidad, sino que es el momento en donde se escribió nuestro presente, el momento en donde se decidió aplacar voluntades con la fachada de un beneficio económico. Todos los problemas globales que existen hoy en día, provienen de este fenómeno social, desde el calentamiento global hasta la monetización injusta y mísera por tu trabajo. No han pasado ni trescientos años y el incremento excesivo de fábricas e industrias ha plagado mares de basura, ha acabado con bosques y reservas naturales, ha convertido la guerra en un negocio infinitamente rentable, ha deshumanizado infantes con jornadas laborales abusivas, ha adoctrinado a las masas con entretenimiento basura y configurado sus ideales con fines consumistas… ha convertido esta vida en el verdadero Infierno al cual temen en muchas religiones.

En fin, el desarrollo tecnológico no posee valor moral, no es ni bueno ni malo, somos nosotros —o al menos los que están al poder— quienes decidimos cómo utilizar los avances científicos, la información adquirida, las tecnologías desarrolladas; la técnica es objetiva, su uso es subjetivo.

Quizá nunca estemos en la posición adquisitiva para semejante toma de decisiones, pero seguimos siendo dueños de nuestras acciones, y solamente te puedo recomendar que en cada momento escojas aquella alternativa en la cual beneficies a la mayor cantidad de personas: un acto altruista inspirará a otro, detonando un efecto dominó. Y comprendo la reticencia, comprendo el “¿por qué yo?”, y la respuesta a esa pregunta es: si no comienzas tú, nadie lo va a hacer.


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