Determinismo lingüístico
Al leer y comprender esto, podemos dar por sentado dos cosas: 1)hablas y entiendes el español y 2)basándome en las estadísticas del blog, el español es tu lengua materna, así que piensas en español. Podrías estar pensando: "¡Qué tipo tan guapo es el que escribió este texto!", "Me encanta lo que escribe porque me saca de la rutina trivial e insulsa a la que me enfrento día con día" u "Ojalá el inútil de mi novio fuera más como él", sea como sea, pienses en lo que pienses, hay contenido mental construyéndose y reestructurándose a cada segundo. Ahora, ¿qué pasaría si tomara las bases que hacen posible esos pensamientos?, ¿si arrancara las palabras clave que te permiten pensar lo que piensas? Si existen menos palabras, ¿puedes formular menos pensamientos, o incluso perderías la habilidad de crear ideas complejas?

Este tema es uno de los tópicos principales en la distopía orwelliana 1984, y uno de los pilares a la hora de presentar su método de control mental. Winston Smith, el protagonista, vive en el superestado de Oceanía, en Londres. El estado está gobernado por un partido totalitario, el cual es liderado por una figura conocida como «Gran Hermano»; el partido busca control total sobre sus ciudadanos y utiliza tácticas típicas de gobiernos absolutistas, como son la vigilancia constante, la desaprobación estricta de pensamiento independiente y control de acceso a la información, pero aquí nos centraremos en el nuevo idioma llamado «neolengua», el cual es una versión modificada artificialmente del español (en caso de que leas la obra en español, claro está) con un vocabulario mucho más reducido. A lo largo de las décadas, el partido espera acortar el habla de tal manera que no existan palabras que vayan en contra de su propósitos ideológicos. Como bien explica Orwell en Los principios de la neolengua: La neolengua fue diseñada no para incrementar, sino para reducir el alcance del pensamiento. El punto central es: limitar el idioma para limitar la habilidad de pensar. Bajo este régimen totalitario, conceptos tales como «libertad política/intelectual» cesarían de existir. Pero, ¿podría, en realidad, un gobierno de este tipo demarcar nuestra capacidad de pensar en conceptos abstractos que aspiran a la igualdad humana, libre de jerarquías socioeconómicas y disfraces con aires de superioridad, como son la justicia o la libertad? De acuerdo con la teoría del determinismo lingüístico: sí.
El determinismo lingüístico es la mitad de la llamada «hipótesis Sapir-Whorf», la otra mitad es la relatividad lingüística, la cual no nos atañe en estos momentos. Edward Sapir escribió en su libro antropológico Lengua, tipología y cultura: "Los seres humanos no viven solamente en el mundo objetivo, ni en el mundo de la actividad social, como de ordinario se entiende; se hallan también sometidos a la lengua determinada que se ha convertido en el medio de expresión de la sociedad a la que pertenecen. [...] Ocurre, en realidad, que el "mundo real " es en amplia medida construido inconscientemente sobre la base de los hábitos lingüísticos del grupo". Básicamente, Sapir quería decir que la lengua (diferenciándola del idioma, en cuanto a complejidad y número de hablantes) afecta nuestra manera de pensar.
Benjamin Lee Whorf, estudiante de Sapir, continuó su trabajo y desarrolló esta teoría aún más. Estudiando la lengua Hopi, descubrió que no tenían palabras que se refirieran al tiempo, lo cual lo llevó a creer que, al no tener manera de referirse a él, lo experimentaban de manera diferente. En nuestro idioma, los verbos se conjugan y poseen una carga temporal implícita. Por ejemplo, al decir «Tu novia me besó», se entiende que es una acción pasada, no algo que ocurre en el momento o algún plan futuro. Nosotros imaginamos una línea temporal divida entre: pasado, presente y futuro, pero los Hopi carecen de esa representación lineal. Desgraciadamente, resultó que el análisis de Whorf fue inadecuado y que de hecho sí tienen formas de referirse al tiempo, a pesar de que no sean similares a las nuestras.
Sin embargo, la hipótesis Sapir-Whorf (reiterando: existe una relación entre el lenguaje que una persona utiliza y la forma en que percibe el mundo) posee dos variantes: 1) la ausencia de una palabra implica la ausencia de un concepto y 2) la forma en que el lenguaje describe el mundo afecta la manera en que establecemos relaciones entre las cosas, y la segunda variante se ha probado cierta.
El lingüista y psicólogo John A. Lucy ha dedicado su vida a estudiar la hipótesis Sapir-Whorf, y en un artículo publicado en 1994 pidió a dos grupos, uno de habla inglesa y uno de habla maya, que escogieran "objetos parecidos a una caja de cartón". Los angloparlantes escogían objetos parecidos a cajas, independientemente del material del cual estuvieran hechas, mientras que las personas de habla maya escogían objetos de cartón, independientemente de la forma que tuvieran. Por ende, concluyó que el habla de los primeros enfatiza la forma y el de los segundos el material.
De manera similar, otro estudio realizado con grupos de niños con lenguas maternas distintas (turco, hebreo, alemán, español e inglés), mostró que, al enseñarles plantillas con diversos personajes en diversas situaciones, cada grupo priorizaba aspectos distintos de lo que habían visto: algunos enfatizaban la acción, otros preferían los aspectos temporales o situacionales y otros recalcaban los detalles que rodeaban a los protagonistas.
Está claro que hay una compleja relación entre cultura, lenguaje y pensamiento. La pregunta que brota a mi mente es: ¿qué ocasiona estas diferencias? Déjame plantearte un escenario hipotético que ayudará a dilucidar este dilema: existen dos culturas, ambas tienen bandera propia. La bandera de la cultura 1, debido a que viven en un bosque, posee varias tonalidades de verde y es representada por un extenso bosque; la bandera de la cultura 2, debido a que el mar los rodea, posee varias tonalidades de azul y muestra unas imponentes olas. Ahora mostremos dos tonalidades de verde a ambas culturas: una clara y una oscura. La cultura 1 podrá hacer una distinción entre ambas tonalidades, ya que, al vivir rodeados de verde, una distinción entre verde oscuro y verde claro será valorado positivamente, mas para la cultura 2 ambas tonalidades serán simplemente verde: no necesitan hacer una distinción entre verdes en su vida cotidiana. Entonces, en la medida en que vemos en idiomas diferentes la falta de palabras para las cosas, es más probable ver un reflejo de su cultura, no necesariamente implica que vean el mundo de manera diferente, pero sí que valoran más unas cosas que otras.

Ahora, regresando a nuestra inquietud principal: ¿podría un gobierno totalitario moldear nuestro pensamiento a base de remover palabras? Afortunadamente: no. Sólo porque un idioma carezca de palabras para referirse al tiempo o a ciertos colores, no significa que sus hablantes sean incapaces de experimentar esos fenómenos o incluso pensar una nueva palabra para describirlos. En su libro El instinto del lenguaje, el psicólogo y lingüista Steven Pinker propone que los humanos tenemos un lenguaje y sistema innato de pensamiento (o mentalese), y el hecho de conocer un idioma equivale a traducir esas cadenas mentales a palabras y viceversa. Básicamente, no estoy pensando en español al escribir esto, sino que pienso en el lenguaje de la mente y luego traduzco al español el contenido, y tú, al leerlo, realizas el proceso inverso: traduces el español al lenguaje de la mente para poder comprenderlo. Es gracias a ese lenguaje de la mente que un gobierno totalitario, al imponerse como lo hizo en 1984, sería incapaz de suprimir conceptos arbitrariamente de nuestro pensamiento. Siempre que nos sintamos oprimidos, a pesar de que no exista palabra para describirlo, habrá, en nuestro lenguaje de la mente, el concepto de «opresión», mismo que nos llevará a crear el concepto en nuestro idioma relativo. En palabras de Sartre, y en un tono más político que existencialista: «El hombre está condenado a ser libre».