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La historia y ciencia detrás del LSD

Actualizado: 26 dic 2020

En 1938, Albert Hofmann estudiaba los alcaloides —compuestos orgánicos de tipo nitrogenado que producen algunas plantas— sintetizados por el claviceps purpurea —hongo parasítico que libera esporas y merma la calidad y cantidad de las cosechas—, ya que trabajaba en los laboratorios Sandoz sintetizando componentes activos de plantas medicinales para utilizarlos en fármacos. No fue hasta cinco años después —ya que la dietilamida de ácido lisérgico, o LSD, había sido catalogada como "de poco interés farmacológico"— que nuestro héroe y protagonista sintió una corazonada y pensó que la sustancia podía ocultar propiedades no descubiertas en la primera investigación, así que volvió a sintetizarla y se puso a trabajar; pero hubo un momento en el que empezó a sentir cosillas raras: había absorbido la sustancia a través de la punta de los dedos. Hofmann describe la experiencia de la siguiente manera:


Viernes 16 de abril de 1943: Me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa, encontrándome afectado por una notable inquietud, combinada con cierto mareo. En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada, en un estado parecido al de la ensoñación. Con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después.


Hofmann estaba maravillado con su descubrimiento, así que decidió replicarlo, esta vez con una dosis mayor, además de contar con la ayuda de su asistente de laboratorio. Tres días después de su primera experiencia consumió 250 microgramos de LSD, y el doctor ahora sí se metió un viajesote. Lo primero que notó fue que tenía dificultad para hablar correctamente, así que le pidió a su asistente que lo acompañara a su casa; ambos fueron en bicicleta, dando pie a la conocidísima leyenda de Hofmann y la bicicleta. La dosis era bastante alta, y no había información previa sobre lo que podría experimentar, y Hofmann comenzó a asustarse: en su campo de visión veía todo ondulado y distorsionado, y los muebles a su alrededor adquirían formas grotescas. Describe todo intento de ejecutar su voluntad y de evitar la "desintegración del mundo exterior y disolución del ego" como inútiles. Sentía como si un demonio se hubiese apropiado de su cuerpo, mente y alma, como si estuviera en la transición entre la vida y la muerte: "¿Acaso estaba muriendo?, ¿y todo por el atrevimiento de experimentar con una sustancia a la cual había reaccionado de forma inesperada? ¿Qué sería de mi esposa y de mis tres hijos?". Afortunada e inevitablemente, la intensidad fue disminuyendo poco a poco, conforme pasaban las horas, y nuestro querido Albert pasó de estar aterrorizado a sentir un profundo sentimiento de gratitud, puesto que pudo disfrutar de los colores y formas que se desplegaban ante sus ojos.

Ilustración que representa el recorrido de Albert Hofmann a su casa.
Blotter clásico que alude a la leyenda de Hofmann y la bicicleta.

Hofmann se convirtió en un acérrimo defensor y promotor del LSD, el cual se comenzó a utilizar en muchos departamentos universitarios de psicología, con resultados espectaculares en el psicoanálisis. Pero para su mala fortuna, el movimiento de contracultura hippie se apropió de la sustancia y la llevó a los extremos, ocasionando que los gobiernos la prohibieran por representar "un peligro para la estabilidad social". Esta connotación peyorativa persiste hasta nuestros días, aunque bajo el principio consumista de oferta y demanda, habiendo tanta gente curiosa e interesada en sustancias psicoactivas, el contenido informativo tocante al LSD ha crecido inmensamente en la última década: documentales, series y películas en Netflix, artículos y ensayos periodísticos, canciones, letras y vídeos musicales inspirados por esta sustancia, etcétera. La sociedad ha cambiado, ya no creemos ciegamente en las mentiras escuchadas en el radio —aunque sí en las mentiras leídas en internet, pero al menos ya existe información libre—, y con gente maravillosa dispuesta a educar e informar a la población en general, el libre albedrío y el pensamiento crítico poco a poco van resurgiendo del oscuro pozo en el que por tantos siglos estuvieron sumergidos. Se vislumbra un horizonte resplandeciente.




 

Entremos en terreno científico. ¿Qué le hace el LSD a mi bello cuerpecito al consumirlo? Una de las primeras personas interesadas en estudiar la sustancia —además de Hofmann, claro está— fue el psiquiatra británico Humphry Osmond, quien pasó una década entera investigando la dietilamida de ácido lisérgico, y pudo concluir que lo que realmente sucedía con la mente era que entraba en un estado temporal de psicosis, ya que esta sustancia alteraba las funciones de las vías noradrenérgicas y, por lo tanto, interfería con las catecolaminas —hormonas producidas por las glándulas suprarrenales— adrenalina y noradrenalina. Lo cual lo llevó a concluir que el LSD era esquizofrenia artificial —ya que la esquizofrenia se da al secretar un exceso de catecolaminas; y gracias a esta sustancia psicoactiva se podría curar, o al menos paliar, la esquizofrenia. Lo que Osmond no sabía era que también se alteran las vías serotoninérgicas, pues de haberlo sabido también habría sugerido una cura para la depresión y múltiples adicciones.


Los efectos alucinógenos del LSD son resultado de su acción antagonista sobre la serotonina —un neurotransmisor agonista potencía la activación de un receptor sináptico, mientras que un antagonista disminuye el potencial y/o bloquea la unión de los neurotransmisores—, es por eso que no se puede dormir mientras "andas en el viaje", ya que la serotonina es precursora de la melatonina, y esta última es la que ayuda a regular los ciclos de vigilia-sueño; en otras palabras, las sustancias activas del LSD, al disminuir el potencial sináptico de la serotonina bloquean la sintetización, como efecto secundario, de la melatonina y provoca que no nos dé sueño. De igual manera, juega con otros papeles regulatorios del cuerpo, como el apetito, las funciones motoras y cognitivas, el deseo y función sexual, la memoria, el comportamiento social y el equilibrio del estado de ánimo, todos regulados por la serotonina.


La mayoría de las regulaciones previamente mencionadas son controladas por los núcleos del Rafe —localizados en el tallo encefálico—, que son un conjunto de grupos neuronales, donde se origina el sistema serotoninérgico. En este podemos encontrar los receptores 5-HT1a; sin embargo, el LSD también afecta a los receptores 5-HT2, que se encuentran en el locus cerúleo —también hallado en el tallo cerebral—, región anatómica asociada al pánico y al estrés, lo cual lleva al consumidor a la percepción y pensamientos distorsionados. También aumenta el flujo sanguíneo hacia el lóbulo occipital, donde se encuentra la corteza visual, dando como resultado las típicas alucinaciones visuales —me han contado.


Otro rasgo importante a mencionar es que la conectividad neuronal en el lóbulo frontal aumenta drásticamente, y esa parte del cerebro es la que nos vuelve humanos, es en donde se da el pensamiento racional e individual: ahí se aloja el sentimiento de que existe un "Yo". El LSD, al alterar las funciones de este lóbulo, crea el sentimiento de comunión con el resto de seres, ya que desaparece el sentimiento individualista del yo; es el fenómeno que ha sido denominado como "disolución del ego". Prácticamente, nuestro encéfalo entero está trabajando a la hora de consumir LSD.

Fuente: beckleyfoundation.org

Ahora me gustaría hablar de las repercusiones sociales que trajo esta maravillosa sustancia. Timothy Leary, un profesor de psicología de la universidad de Harvard, mejor conocido como "El apóstol de las drogas", realizó ensayos clínicos con LSD y psilocibina, y pretendía que sirvieran como herramienta para la reintegración social de presidiarios; además de eso, también estudió el papel de las drogas en las experiencias místico-religiosas de teólogos y sacerdotes y en el fomento de la creatividad de artistas y escritores. El problema fue que cada vez más estudiantes querían participar en sus experimentos —pues sí, yo también jalaría— y pasaron de ser investigaciones a ser fiestas llenas de excesos. Leary se volvió famoso, en parte porque permitía el acceso de periodistas a sus experimentos, e incluso llegó a salir en la portada de Playboy. Eventualmente, fue expulsado de Harvard y fundó la Liga para el Descubrimiento Espiritual, religión en donde el LSD era el santo sacramento; también se postuló para la gubernatura de California, momento en el que le pidió a John Lennon que escribiera una canción para su campaña, cuando competía contra Ronald Reagan. Luego fue catalogado por Richard Nixon —recordemos que este sujeto inició la guerra contra las drogas— como "el hombre más peligroso de Norteamérica", y condenado a 95 años de cárcel por promover ideas progresistas acerca del LSD. El fuerte hace lo que puede y el débil soporta lo que debe.


Sin embargo, el LSD ya se había dado a conocer a lo largo del mundo, y Sandoz, el laboratorio en el que trabajaba Hofmann, se dio a la tarea de repartirlo de manera gratuita en sus inicios. La contracultura hippie se había apoderado de la sustancia y gracias a ello surgen artistas y bandas de rock psicodélico como The Beatles, Jimi Hendrix, The Who, The Doors —banda que debe su nombre al libro Las puertas de la percepción, escrito por Aldous Huxley, y en donde describe su viaje en mescalina—, y muchas más. El LSD se había utilizado a lo largo y ancho del mundo para expandir la conciencia, para crear armonía entre sus miembros, a pesar de las diferencias que había entre ellos y que en épocas de antaño los situó como enemigos, simplemente por ser el Otro. Esta sustancia abrió las puertas a la verdadera humanidad; no es coincidencia que esas décadas estuvieran llenas de manifestaciones por los derechos humanos.

"Ama a tus amigos animales, no te los comas". Woodstock, 1969.

En fin, el LSD, al actuar sobre el sistema nervioso central y modificar los estados de conciencia, es potencialmente provechoso para sanar trastornos mentales, como la depresión, la anorexia nerviosa, la ansiedad social, el estrés postraumático, la esquizofrenia, inclusive algunas adicciones. Desgraciadamente, al igual que la marihuana, el LSD es una droga catalogada como "adictiva y farmacológicamente inútil", ambas mentiras, y mientras las naciones con tecnología e investigación más avanzadas sigan con este pensamiento del siglo pasado, jamás se podrá aprovechar su infinito potencial. Como dato curioso, la gente en Silicon Valley —ya saben, la meca de la tecnología; lugar lleno de cerebritos— lleva AÑOS consumiendo microdosis —estamos hablando de 10-20 microgramos, ya que a partir de los 25 comienza a haber efectos visuales— de manera diaria, pues las exigencias en ese lugar son altísimas, y deben encontrar alguna manera de sacarle el mejor provecho a sus aptitudes. Las microdosis aumentan la creatividad, mejoran la concentración, serenan el humor y acentúan las habilidades sociales. La única desventaja aquí es que genera tolerancia, como todo, por lo cual se tendría que aumentar la dosis de manera periódica. Estudios realizados en estos sujetos mostraron que al visualizar imágenes, no solo se activa la corteza visual —que sería la reacción normal—, sino que también se activan muchas otras áreas, por lo cual el cerebro se encuentra completamente interconectado bajo microdosis.


Personalmente, siempre he dicho que consumir LSD es algo que todos deberían hacer, al menos una vez en su vida, y esto debido al cambio de pensamiento que genera la sustancia, la manera totalmente diferente de ver el mundo que se abre ante tus ojos. Y por si fuera poco, la disolución del ego global podría llevarnos a una sociedad mucho más humanitaria, justa y equitativa. Tampoco estoy diciendo que todos estemos drogados todo el tiempo, que ya sé que no faltará quienes alteren mi mensaje simplemente por no estar de acuerdo con mi postura, y está bien, tampoco espero que todos quieran drogarse, allá ellos que se pierden de las maravillas de la vida; probablemente el día en que fallezcan se arrepientan de no haber vivido la experiencia. Yo, por mi parte, seguiré disfrutando de todo lo que pueda mientras esté vivo, porque nada me asegura que haya algo después de la muerte, nada que no esté sujeto a un constructo enteramente social. Lo único de lo que puedo estar seguro es de que estoy vivo en este momento, y de que puedo reír, bailar, sentir, besar y amar, y eso es lo que seguiré haciendo, hasta que las casualidades de la vida me lo prohíban por haber agotado mi tiempo.


Corrección de estilo:

Lizbeth Islas.



Fuentes de información:


Dyck, Erika, "The history of LSD - The original psychedelic drug: Acid trip", Biochemist. 29. 20-23. 10.1042/BIO02902020, 2007.


Echavarría, Ana, "LSD: la droga para triunfar en Silicon Valley", El Mundo, 29 de agosto de 2017, disponible en: https://www.elmundo.es/papel/todologia/2017/08/29/59a42f85e2704ec8158b468b.html


Madridejos, Antonio, "¿Cómo actúa el LSD en nuestro cerebro?", elPeriódico, Barcelona, 26 de mayo de 2018 disponible en: https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20180526/como-actua-el-lsd-en-nuestro-cerebro-6841215


McIntosh, James, "¿Qué es la serotonina y cuál es su función?", Medical News Today, 21 de enero de 2016, disponible en: https://www.medicalnewstoday.com/articles/es/291259


Peña, Manuela, "LSD: del niño problema al niño prodigio", Échele cabeza, 13 de mayo de 2020, disponible en: https://www.echelecabeza.com/lsd-del-nino-problema-al-nino-prodigio/


Wikipedia, "Albert Hofmann", Wikipedia, disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Hofmann


Wlassoff, Viatcheslav, "How LSD changes the way our brain works", BrainBlogger, 23 de mayo de 2016, disponible en: http://www.brainblogger.com/2016/05/23/how-lsd-changes-the-way-our-brains-work/

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