Oscar Wilde: el mártir esteta
Actualizado: 15 sept 2022
"Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo qué escribir. La vida no puede escribirse, solo puede vivirse."
—Oscar Wilde
Algunas veces comienzo mis artículos sin saber qué título es el adecuado, otras agrego alguno que carece de vida y sentimiento, pero en esta ocasión lo tenía pensado desde hace ya varias semanas, y mi objetivo será explicar por qué este hombre, Oscar Wilde, fue el mártir esteta. Cabe aclarar que para poder escribir esto que estoy escribiendo tuve que releer El retrato de Dorian Gray y algunos de sus cuentos más famosos, como son: El príncipe feliz, El fantasma de Canterville, El niño estrella y El ruiseñor y la rosa, porque solamente así se puede pretender conocer a alguien que falleció hace ciento veinte años.

Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda, en una familia de alta alcurnia: su padre, sir William Wilde, era el más importante cirujano especialista en otología y oftalmología de toda Irlanda, además de ser un sobresaliente arqueólogo, estadístico y médico oficial de la reina; su madre, Jane Wilde, era una poetisa que escribía versos revolucionarios dirigidos a los jóvenes irlandeses bajo el seudónimo de Speranza; su hermano mayor, Willie Wilde, fue un destacado periodista que escribió para Punch y Vanity Fair, además de ser editorialista para The Daily Telegraph; y su hermana menor, desgraciadamente, falleció de meningitis a la edad de nueve años. Claramente el talento desbordaba en su familia.
Fue educado en casa hasta la edad de nueve años, demostrando particular afinidad para el francés y el alemán. Posteriormente, ingresó a la Portora Royal School, donde devoraba ávidamente poemas ingleses y autores griegos, y en 1878 se graduó con la mayor calificación posible de una licenciatura en Artes. Para ese entonces ya tenía una pequeña fama ganada en el ámbito universitario gracias a sus poemas, mismos que unos años más tarde reunió, revisó y expandió en su primer libro: Poemas, obra que tuvo un éxito extraordinario.

Aquí nace la figura del famoso Oscar Wilde, el hombre que en pleno apogeo victoriano —recordemos que el reinado de Victoria I es evocado como una época de moralismos excesivos y prejuicios rígidos, en donde las "bajas pasiones" no tenían cabida y la castidad era una virtud digna de resguardar— lucha contra la norma establecida, contra las miradas desdeñosas, y se catapulta a la fama justamente por ir a contracorriente. Comenzó a dejarse el cabello largo, a vilipendiar los deportes "masculinos" y a decorar su cuarto universitario con plumas de pavo real, girasoles y porcelana erótica, lo cual llevó a los hombres reducidos de entendimiento a zambullirlo en el río Cherwell, a la vez que destrozaban su cuarto por no ser como ellos: aburridos y monótonos. Sus iguales lo tildaban de ridículo y extravagante, pero sus dichos ingeniosos y agudos eran citados por todas partes.
El movimiento estético, o esteticismo —doctrina basada en que el arte existe para exaltar la belleza—, tuvo tanto éxito en Nueva York que a un empresario llamado Richard D'Oyly Carte se le ocurrió financiar un ciclo de conferencias a lo largo y ancho de Estados Unidos, en donde Wilde daría a conocer sus ideas sobre la filosofía estética en el Nuevo Mundo —ya no tan nuevo—, aunque la crítica en periódicos no lo recibió bien por dos cosas: por ser irlandés y por "no ser lo suficientemente extravagante como para divertir al pueblo norteamericano". Aún así, su gira se extendió hasta Canadá y ganó mucha popularidad.

Todo iba bien en la vida de nuestro talentoso protagonista, se encontraba en la cima de su carrera, sus poemas eran leídos en todos los países industrializados y sus obras presentadas en los mejores teatros del mundo, hasta que en 1895 el marqués John Sholto Douglas, padre de Alfred Douglas, le mandó una carta a Wilde acusándolo de tener un romance con su hijo. No contento con meterse en lo que no le importa, Douglas padre comenzó una campaña de difamación en periódicos y revistas, acusándolo de homosexual. Desgraciadamente, las pruebas en su contra eran irrefutables: múltiples cartas dirigidas a Bosie —así llamaba Wilde a Alfred Douglas— en las cuales le confesaba su amor, un amor tóxico y que terminó endeudándolo, además de que era bien sabido que frecuentaba prostíbulos masculinos, ya que Oscar nunca se preocupó por ocultar su estilo de vida, algunos dicen que fue porque se sentía intocable, debido a su increíble popularidad, otros creen que habría sido algo hipócrita de su parte. Ineludiblemente, Wilde fue condenado a dos años de prisión bajo el delito de sodomía, a pesar de que hubo numerosas peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y círculos literarios.
Durante su encierro, Wilde escribe sus últimas dos obras, la carta dirigida a John Douglas, llamada De profundis, y el poema La balada de la cárcel de Reading, ambos escritos caracterizados por una desesperanza general, además de un toque sombrío y fatalista. Tras cumplir su condena, recobra su libertad, pero no su alegría por la vida. Abandonado por su esposa y sus dos hijos, adopta el nombre de Sebastian Melmoth y emigra a París, donde muere en situación de calle, sin un solo centavo, con problemas de salud y una afición al alcohol, pues la bebida sería su única compañera en sus últimos momentos, aquellos en los que más necesitaba una mano amiga.

Si hay algo que tenemos que reconocer de Wilde, más allá de su increíble talento, era su desmesurada necedad que lo llevaba a responder de manera ingeniosa, aunque lo metiera en problemas: se cuenta que el día en el que fue enjuiciado, en el estrado se hallaban jóvenes, llamados para testificar, que supuestamente habían tenido relaciones sexuales con él, y el fiscal señaló a uno de ellos y le preguntó si habían tenido sexo, a lo que Wilde respondió "¿Con ese?, ¿con lo feo que es? ¡No!", dando a entender que si hubiera sido un poco más agraciado, las cosas pudieron ser diferentes.
Wilde saltó a la fama por criticar las hipocresías de sus contemporáneos, mismas que lo terminaron condenando. Su novela El retrato de Dorian Gray causó gran controversia, y podían verse críticas repletas de calificativos como "nauseabundo", "afeminado" o "sucio" en los periódicos locales. Desgraciadamente, los genios siempre están adelantados a sus épocas, y muy pocas personas, si no es que ninguna, logra entender la complejidad de sus mentes; en muchos casos, como fue el de Wilde, son abucheados, discriminados y violentados, porque la gente común y corriente jamás aceptará algo diferente a la norma, al tedio de lo cotidiano.

Y bueno, retomando mi punto principal y sobre el cual quería que girara este artículo que terminó siendo una biografía: ¿por qué fue Oscar Wilde, a mi parecer, el mártir esteta?, pues bien, el esteta es aquel que profesa el esteticismo, aquel movimiento del cual hablé hace unos párrafos que se caracteriza por anteponer la belleza y el arte antes que cualquier otra cosa. Wilde, en El retrato de Dorian Gray, deja muy en claro, tomando la forma de Lord Henry, que la belleza lo es todo para él, junto con el glamour y los atributos que la acompañan, cualidad que no necesariamente está ligada a la bondad. Lord Henry en repetidas ocasiones es frío, manipulador, egoísta e indiferente ante los sentimientos de los demás, y nos propone una moral un tanto parecida a la del superhombre de Nietzsche: zafarnos de la necesidad hipócrita de agradar a los demás, de las normas preestablecidas e impuestas para el rebaño, de la obligación de encajar en el molde; tenemos que trascender los valores que suprimen los deseos y actuar como sea que nos indique el corazón y no la razón, ya que el contenernos nos consume lentamente hasta matarnos, y estas fuerzas represoras pueden llamarse: religión, sociedad, conciencia, madre, padre, etcétera; tenemos que forjar nuestro propio camino y ser dueños de nuestros destinos, en lugar de pedir permiso para hacer tal o cual cosa, para ser nosotros mismos: seamos fieles a nuestra naturaleza.
Aunado al primer punto, Wilde preconizaba el ser compilaciones de experiencias sensibles, de sensaciones fugaces, esas que nos hacen sentir vivos y que disuelven el tedio de la vida cotidiana. Wilde decía que la finalidad no es el fruto de la experiencia, sino la experiencia misma, motivo por el cual se le criticó con tanta vehemencia en su intransigente sociedad puritana, puesto que eso se podría entender como una invitación al libertinaje y a la inmoralidad, pues lo moral es soporífero, mientras que los pecados son exquisitos.
Y en lo tocante al segundo punto, ¿por qué fue un mártir? Wilde, al igual que Sócrates, fue condenado por dos cosas: por defender sus ideas y por "corromper a la juventud"; pasó de ser adorado por la alta sociedad londinense, de ser el autor de moda, de ser venerado por aristócratas que le rogaban que asistiera a sus eventos privados para animarlos con sus diálogos ingeniosos, a ser el hazmerreír del pueblo, el señalado como ejemplo de lo que no se debía llegar a ser, el vagabundo de unas calles que habían prohibido su nombre.

Wilde pagó los pecados de una sociedad pecadora pero hipócrita, y fue un personaje completamente fuera de serie, no solo escribió poesía, obras de teatro, cuentos y textos periodísticos, sino que también fungió como ensayista, como se puede apreciar en su texto El alma del hombre bajo el socialismo, en donde se abre a la política y confiesa que abomina el altruismo y la filantropía por prolongar la pobreza sin alterar los mecanismos que causan las desigualdades. Para Wilde, "la única finalidad justa debe ser la reconstrucción de la sociedad sobre unos cimientos tales que la pobreza resulte imposible"; deplora que en la sociedad solo unos pocos hombres puedan elegir libremente su estilo de vida, con unas desigualdades tales que solo una minoría pueda dedicarse a la poesía, la filosofía o el arte, y los demás vivan esclavizados en un trabajo degradante e ingrato con un grave deterioro de su racionalidad y sensibilidad.
Oscar Wilde murió endeudado, alcoholizado y enfermo, y todo por amar a quien la gente no quería que amara. Afortunadamente, siempre habrá gente, como yo, dispuesta a rendirle tributo, intentando aminorar el daño que alguna vez la comunidad humana le ocasionó. Lo mejor que podemos hacer es continuar leyendo su obra para que su nombre trascienda el tiempo y que su ingenio eduque generación tras generación. Por último, te dejo con unas líneas que escribió en su último texto, La balada de la cárcel de Reading, líneas que bien pudieron ser autodedicadas y que fueron grabadas en el monumento bajo el cual descansa en el cementerio Pére Lachaise:
"Y lágrimas ajenas por él llenarán
la urna largo tiempo rota de la piedad
pues llorarán su muerte los marginados,
y los marginados siempre lloran."
Fuentes de información:
Fariña, Noelia, "Arruinado y olvidado: los últimos días de Oscar Wilde", El País, disponible en: https://elpais.com/elpais/2019/11/30/icon/1575096185_164783.html
Fontana, Sebastián, "Oscar Wilde: Auge y caída de un mártir homosexual (Segunda parte)", ¡¡Ábrete libro!!, disponible en: http://revista.abretelibro.com/2017/01/oscar-wilde-auge-y-caida-de-un-martir.html
Guadalupe, Paula, "Oscar Wilde y la belleza del relativismo", Littera, disponible en: https://litterafyl.wordpress.com/2017/05/19/oscar-wilde-y-la-belleza-del-relativismo/
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004) "Biografía de Oscar Wilde". En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Disponible en: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/w/wilde.htm
Wikipedia, "Oscar Wilde", Wikipedia, disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Oscar_Wilde