Anarquismo
Actualizado: 26 dic 2020
Es común pensar en vándalos revoltosos quemando propiedades al escuchar la palabra «Anarquismo», y tiene sentido, pues al Estado (junto con los poderes fácticos, religiosos y económicos) no le conviene informar a sus ciudadanos acerca de una alternativa libre de Estado (y de poderes fácticos, religiosos y económicos), pero hoy les demostraré que pensar en el anarquismo de esa manera es tanto un reduccionismo ridículo como una demostración de dogmatismo estatista (al igual que el amor a la patria, a los "héroes nacionales", el rechazo al extranjero —o el Otro—, etc.).


Todo comienza con un grupo de artesanos ingleses inconformes, pues llevaban toda una vida perfeccionando sus habilidades manuales, y los artefactos tecnológicos, como los telares industriales y las máquinas de hilar, habían llegado para arrebatarles la comida de las manos, así que decidieron protestar (y destrozar máquinas) de 1811 a 1816, atacando localidades industriales, como Nottinghamshire en 1811, West Riding of Yorkshire en 1812, y Lancashire en 1813. Curiosamente, la leyenda cuenta que, décadas antes, en 1779, un joven llamado Ned Ludd había roto dos telares, pasando a ser el símbolo emblemático de los destructores de máquinas, e incluso se utilizaba el pseudónimo «Rey Ludd» para firmar las amenazas de muerte dirigidas hacia los magistrados y comerciantes que se oponían al ludismo. Es aquí donde comienza la historia del anarquismo, con la producción en masa reemplazando la dedicación afectiva del artesano.
Y sí, mis estimados lectores, sé bien que comencé este post diciendo que el anarquismo no son simples revueltas llenas de destrucción y violencia, pero debemos entender que los verdaderos cambios históricos no se dan mediante las palabras, sino mediante las acciones, y una vez que el cambio sea factible, permisible, la paz puede gobernar. También debemos entender que el anarquismo, al igual que cualquier ideología humana, no es solamente uno —en este caso, el violento—, sino que hay toda una escala que difiere tanto en aspectos económicos y sociales como en métodos impositivos. Ahora sí, continuemos.
Hasta ahora sabemos que hubo unos cuantos artesanos hambrientos e insurrectos que quemaron molinos y destruyeron máquinas en Inglaterra hace cientos de años, pero ¿qué tiene que ver eso con el anarquismo? Pues bien, el anarquismo es la filosofía política que busca la desaparición tanto del Estado como de sus instituciones y organismos representativos, además de defender la libertad del individuo por encima de cualquier autoridad, incluyendo la del Estado (jerarquía social), la de la Iglesia (jerarquía ¿fantasiosa?) y la de los burgueses (jerarquía económica), y los artesanos ingleses buscaban acabar con la prepotencia capitalista, con la cosificación de los obreros y la vulneración de sus derechos. Entonces, el anarquismo es solamente eso, una filosofía que busca erradicar jerarquías, y, por tanto, desigualdad social; es una forma de vivir, un modelo socioeconómico, al igual que el capitalismo. En palabras de Élisée Reclus: «La anarquía es la máxima expresión del orden» —ya que, al no haber Estado "protector", cada individuo acepta no vulnerar los derechos de los demás a cambio de que los suyos no sean vulnerados.

Entonces, nos encontramos en la Revolución Industrial, la clase obrera tiene jornadas de trabajo interminables en ambientes enfermizos y cero derechos laborales. Aquí, alrededor de los 1830s, nace el socialismo, el primer movimiento anticapitalista, el cual reconocía al capitalismo como la causa todos, o casi todos, los males. A estas alturas, no había partidos, programas, ni ideas bien definidas, solamente gente inconforme dispuesta a cambiar las cosas. El socialismo no era cosa de la clase obrera, sino que participaron una amplia gama de grupos sociales —socialismo, etimológicamente hablando, significa "doctrina del compañero/compañerismo"—, ya que proponía eliminar toda forma de opresión, llamando la atención del proletariado, sí, pero también de estudiantes, artistas, intelectuales, campesinos, feministas, minorías nacionales y raciales, etc., con lo cual el socialismo se fue definiendo según el grupo que lo liderara, culminando en feminismo, anarquismo, comunismo, etc.
Ahora estamos en la segunda mitad del siglo XIX, ya pasaron unos veinte-treinta añitos, y el anarquismo comienza a tomar forma. Este movimiento socialista y anticapitalista nace ante la necesidad de erradicar tanto TODA FORMA DE OPRESIÓN como la autoridad estatal centralizada (principal diferencia con el comunismo, que pretende imponer la dictadura del proletariado, liderada por un partido estatal, que pues... termina siendo la misma mierda autoritaria y jerárquica). Aquí ya tenemos pensadores anarquistas, con diferentes formas de pensar el anarquismo. Por un lado, tenemos a quien es considerado el padre del anarquismo, Proudhon, quien decía que, modificando progresivamente la economía, los trabajadores recuperarían el control de la producción; hablaba de la distribución de las riquezas, ya que consideraba la propiedad como un robo, pero aún así creía que toda persona debía ser pequeña propietaria de los medios de producción, y aquí podemos recordar esa hermosa frase célebre de Rousseau, que alude a la propiedad privada, nomás como un plus:
“El primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir «¡Esto es mío!», y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes: «¡Guardaos de escuchar a este impostor!; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie».”
Luego, llegan Bakunin, instando a que nos liberemos de la autoridad del Estado, de Dios y de la propiedad privada mediante la revolución armada, y Kropotkin, quien también considera a esos mismos aparatos sociales como opresores, pero aboga por la cooperación, el apoyo mutuo y la no violencia.

Entonces, resumiendo, el anarquismo es una crítica radical contra todo orden y norma existente, que en materia económica se opone al modelo neoliberal capitalista, que es la explotación de la humanidad —y de otras especias— por la humanidad, y a nivel político se opone al Estado, ya que es el instrumento coercitivo del cual se vale la clase dominante para ejercer su dominio sobre la clase dominada (policías, jueces, cárceles, ejército, jurisprudencia, y todo aparato físico o ideológico que responde a las necesidades del capitalista).
Y, a su vez, existen variedad de corrientes anarquistas, como el anarcocomunismo, que propone la propiedad comunitaria, al igual que el comunismo, pero sin Estado; el mutualismo, donde, siguiendo las ideas de Proudhon, toda persona sería pequeña propietaria de los medios de producción, y habría un intercambio de bienes y productos; el anarcofeminismo, que introduce al patriarcado y a las concepciones tradicionales de la familia, sexualidad y género a la lucha abolicionista; o el anarcocapitalismo, que no culpa al capitalismo, sino al Estado, de crear monopolios y, por tanto, centralizar la riqueza. Y muchas variantes más que han ido evolucionando a lo largo de las décadas, aunque en lo personal, me inclino hacia esta última corriente (algún día escribiré un post para el anarcocapitalismo, porque debo explicar cómo el neoliberalismo —herramienta estatal— es el verdadero mal del capitalismo).

Y pues... existen muchas comunidades anarquistas a lo largo y ancho del mundo, que han durado desde seis hasta sesenta años, y muchas más que seguirían en pie si el resto de la sociedad no viviera empecinada en derrumbarlas. Es curioso cómo aquellos que, históricamente, han defendido la libertad, acaban presos, lo cual me lleva a pensar que ni somos libres ni le conviene a los de arriba que lo seamos. Desde el momento en el que nacemos, se nos asignan una nacionalidad (subordinación estatal) y una Clave Única de Registro de Población (distinción alfanumérica que nos sitúa bajo la lupa del Estado), y conforme crecemos se nos educa para ser consumidores individualistas que buscan su propio éxito a costa de los demás, sin siquiera mencionarnos que existe una alternativa socialista, que se puede vivir sin jerarquías económicas, sociales o políticas, porque todo el aparato estatal, junto con sus reformas sociales, educativas y económicas, está pensado para proteger esas jerarquías. La única manera de cambiar las cosas es aboliendo el Estado, aquel protector todopoderoso que con bastante frecuencia sale impune de toda infracción y que jura lealtad a "la patria", pero tras bambalinas la vende al mejor postor. No hay patria, no hay nacionalismo, sólo hay mentiras estatales para facilitar la obediencia. El anarquismo es el único sistema que busca igualdad entre todos sus miembros, y en el anarquismo no hay Estado.